¿Quién nos podría dar la felicidad?



La felicidad es la que todos buscamos y la que es muy difícil de encontrar, una mayoría de nosotros creemos que la felicidad nos la han de dar los demás, y es todo lo contrario, porque la felicidad es la que cada uno de nosotros seamos capaces de fabricar. Perdón, un día más, por atreverme a hablar de algo tan difícil como es la felicidad.

¿Qué es la felicidad? Pues creo es la interpretación de cada cual, creo que cada persona tiene su motivo de felicidad, desde el que se compra una mansión multimillonaria, o aquel que puede tener un piso en la ciudad, pues puedes pensar como tú quieras, pero tu grado de felicidad es muy diferente para cada cual. Está muy claro que yo no sabría explicar lo que es la felicidad, porque es algo muy particular. 

Cuantas veces hemos visto que no es más feliz el que mejor coche tiene o aquel otro que presume, bebiendo, y creyendo ser el rey del Universo, o de todo aquel que cree que es superior a todos los demás. La felicidad no se gestiona con dinero, ni porque vivas en el campo o la ciudad. La felicidad es un algo más de lo que tú y yo nos creemos, tenemos, debemos fabricar pues yo diría que es una cosecha propia de cada cual. Un algo muy particular, no se compra ni se vende, lástima que yo no te lo pueda explicar, porque entre otras cosas no sé ni cómo ni de qué manera la podemos gestionar, ni la mía ni la de los demás. 

Amigo y compañero de nuestro mochuelo, quiero pretendo que tú y yo seamos capaces de gestionar nuestra propia felicidad. Hace no muchos días cayó en mi mano un libro que hablaba de la felicidad, pero unos días antes no sé por qué, yo quería hablar de algo tan preciado y tan querido como la felicidad. Todos queremos ser felices y la vida nos da a cada cual herramientas, motivos y formas para encontrar nuestra propia felicidad. Creamos que la estamos buscando y queremos pensar que si no la encontramos puede no fuese culpa de los demás, sino que soy yo mismo el que, hasta ahora, no fui capaz de encontrar. Pero te digo, y puedes pensar lo que buenamente quieras, que cada día hago algo más para conseguir y crear mi propia felicidad. La que no se ni cuándo ni cómo llegara, yo mientras tanto sigo buscando sin parar de luchar, buscando la manera de encontrar mi propia y sana felicidad, sin tener que dañar a los demás. 

Y mientras tanto, con la mejor voluntad, pretendo contaros un trocito más de mi verdad. Con el que intento ser feliz y hacer feliz a los demás. Pues no deja de ser una pequeña gota de agua la que, sin ella, sería como dice Santa Teresa de Calcuta : "Sin esa gota, estarían incompletos nuestros mares". 

Como os decía en el anterior post, la unión hace la fuerza y fue toda nuestra familia la que, sin exigencias, dimos cada cual cuanto podíamos, si es vedad que, en aquellos primeros meses de la nueva cocina, queríamos y necesitábamos más personal, pues tuvimos un buen camarero el cual nos dijo que conocía a un cocinero, pero que tenía trabajo. A pesar de eso nos visitó y estuvo dos o tres días con nosotros, pues él tenía su trabajo, e hizo venir a uno que él ya conocía. Un buen cocinero, pero de los de ordeno y mando, de los que lo saben todo, pues, dicho sea de paso, yo era el que menos sabia. Pero si sabía cuál era mi puesto y el de los demás. Estuvo solo unos meses y creo que él supo ver que, a pesar de ser un buen cocinero, no me podía dejar pisar. Mientras tanto una vez más mi mujer se hacía cargo de la cocina. La cocina que no era solo el cocinar sino comprar y cargar con toda la responsabilidad, aunque estuviese respaldada por toda la familia y los demás miembros del equipo. Pero no pasaron muchos días en que viniese un cocinero hijo de aquel cocinero que solo estuvo unos días en casa. Un poco novato pero queriendo ser un buen cocinero, educado y buena persona con ganas de quedar bien con él mismo y con los demás. Fue la pieza clave para que la idea del camarero el que un día me comentaba lo de los calçots saliese a flote. Ya que fue él, el que nos dio el secreto de la salsa de los calçots, la que tantos éxitos nos dio. La receta nos la dio con el permiso de su padre ya que según él decía, era unos de los padres de la salsa de los calçots del pueblo de Valls, la cuna y madre de los calçots en Cataluña.

Tanto que con esa salsa y un pequeño secreto que mi mujer le añadió a la salsa, fuimos dos años consecutivos los campeones del concurso de salsa de Calçots de Cataluña, que se celebra en Valls. Esto, sin duda, nos dio mucha vida pues nuestro restaurante, en la temporada de los calçots, era algo de locos, ya que normalmente los fines de semana era casi por obligación hacer dos turnos. Y no te lo digo para presumir de nuestro restaurante, sino porque fue una sincera realidad, la que entre toda la familia, y la no familia, fuimos capaces de llegar humildemente adonde nunca fuimos capaces de imaginar. 

Nunca fue nuestra ambición el dinero, podían más las ganas de hacerlo bien y el poderte enamorar cada día más de nuestro restaurante. No puedo negar que fui un loco enamorado, a pesar de mis insatisfacciones. Cuando entramos, nadie daba un duro por nosotros, pues no llegábamos ni siquiera a regional empleando un símil futbolístico. Cuando lo dejamos creo que nos faltó muy poco para estar en primera. Perdón por darnos nosotros mismo nuestra clasificación, pues quizás, como padre de la criatura, yo lo he visto fuera de lo normal, pero no me arrepiento el valorar como padre pues no dudamos que habrá quien pueda valorar todo lo contrario. Pero siendo honrados, nuestra obligación es reconocer lo hecho.

No podemos ni deberíamos olvidar aquel cliente que tan amablemente vino más de un día a nuestro restaurante, viejo cliente de esos que te quieren ayudar, generoso, que un día de los que vino me decía que había probado, no sé dónde unos calçots rebosados y que estaban riquísimos, que porque nosotros no lo hacíamos. Lo comunico a la cocina y la primera que prueba el nuevo invento es mi mujer. Fue, sin duda, un gran acierto pues con decir que de los muchos calçots que gastábamos, una cuarta parte podíamos decir que eran rebosados. Una gran sorpresa para todos y a la vez un gran éxito para nuestro restaurante. Pues he de reconocer que los rebosados además de ser muy buenos te permiten que no tengas que mancharte las manos. No podemos presumir de lo que no tenemos, pero sí creo que debemos reconocer muy orgullosos nuestros éxitos. Pues los padres, dichos sean de paso, debemos saber y reconocer, cuando los hijos son guapos o feos. 

No es nuestra misión el cansaros con nuestras cosas, es quizás el compartir con todos vosotros una realidad de alguien que la ha vivido muy intensamente, y además, con estos trocitos de nuestras verdades, a la vez intentamos colaborar con todos aquellos que de alguna forma quieren luchar y progresar, pues nuestra experiencia es que nada se hace solo y hay que luchar y luchar, pero por favor no es nuestra intención dar consejos pues cada persona es un mundo. Y ese mundo tú te lo has de ganar.

Y para ir terminando y no cansaros más, no queremos olvidar tal y como empezamos hablando un poquito de nuestra felicidad. Nadie duda de cuanto nos puede faltar, pero nadie duda que todos alguna vez, algún día, podemos experimentar algo de felicidad. Ser felices con lo que hacemos, con lo que podemos y en lo que creemos. 

Nuestro mochuelo nos desea todo bienestar y felicidad. Vuestro amigo Juan 


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