Nuestra sinceridad
Nuestra sinceridad junto con nuestra claridad es la que, en más de una ocasión, tendríamos que emplear. Y digo esto y no sé cómo o de qué manera os lo podría explicar. Suerte que tengo mi mochuelo que es el que más de una vez me puede ayudar.
Quizás no se trata exactamente de nuestra sinceridad lo que tengo en mente contar.
Simple y llanamente, los otros días me encontraba con un conocido que se quejaba y me comentaba que, hacía un tiempo, había dejado media caja de alcachofas en una tienda que los dos conocemos, alcachofas que les sobraban de su huerto. Sin más, llegó a la tienda y dijo: Te dejo esto. Sin más. Seguramente el de la tienda había entendido perfectamente, pero pasa el tiempo y él se queja, porque no le ha dicho nada sobre cuánto te debo.
Pero, es que, a raíz de aquello, he pensado una y otra vez en las familias, con los amigos o llamados amigos, con los hermanos, o mujeres o maridos… Cuantos disgustos quizás nos evitaríamos si fuésemos más serios, más conscientes, contundentes con nosotros mismos. Quizás nos evitaríamos muchos de nuestros disgustos o serían innecesarios. Pues no soy quién para decir lo poco que digo, pero querido compañero o amigo, seamos más claros quizás más sinceros con nosotros mismos. Y aclaremos muchas veces lo que creemos, o en realidad decimos, y no dejemos a medias lo que decimos o creemos que decimos.
No sé si será nuestro lenguaje que hemos moldeado o adaptado para que muchas veces no nos entendamos ni nosotros mismos, pues ni en los animales hay tantos motivos de confusiones en su lenguaje. Seamos claros y sinceros con nosotros mismos y así nos evitaremos más de un disgusto hasta con nosotros mismos. Llamemos al pan, pan y al vino, vino.
Como quiera que fuese un día más yo os quiero contar un trocito más de mi verdad sobre la que pretendo no confundiros ni defraudar, pues soy consciente de que me falta mucho para hacerlo bien. Pero, si me creo tener la capacidad de darme cuenta de que nunca es tarde, por lo que intento ser el mochuelo lleno de verdad y sinceridad.
Hablaba en la anterior entrada de La casa de Andalucía. La que tanto, sin duda, me enseñó. Desde hacer un café a enseñarme que hay personas que no tienen nada que hacer y que intentan que tu seas igual que todos los demás. Intento contar un detalle a ver si sirve de muestra.
En los negocios pequeños y de pueblo hay que tener mucho cuidado de no hacerte un alcohólico. Siempre hay más de uno que te invita para que tú le vuelvas a invitar. Es una forma y manera para que tú, poco a poco, pierdes tu autoridad y personalidad. Es algo que muchos intentan, y no digamos en una casa de Andalucía donde más de uno se creía el dueño del cotarro. Esto no quiere decir que más de uno dijera que era yo el que me quería hacer dueño de algo que no era mío. Lo que no sabían es, que desde que me di cuenta, intenté no defraudarme a mí mismo. Y, eso a más de uno no le pudo gustar.
Nosotros ya hemos visto el restaurante, aunque fuese de noche y sin luz sabemos lo que vale y que me dan dos años para pagar. Ahí es cuando me enamoro de verdad.
En esos días, en la casa de Andalucía, ni más ni menos que me cortan la luz, pues lucho con gente que no tienen otra cosa que hacer que, saber todas las leyes para fastidiar a los demás. Unos cobardes, miserables, indeseables. Yo no me doy por vencido y a un vecino que vive relativamente cerca pero lejos, le pido que si me daría luz. Disfruté de la luz desde el primer día que nos la cortaron. Lo que no deja de ser una…
En todo ese laberinto, hacemos un precontrato del restaurante. En la casa del dueño. Yo fui acompañado de un señor del banco que me daba confianza para así poder confirmar conmigo que lo que hacíamos era algo que era de verdad. Dimos una paga y señal y me dan las llaves.
Me gustaría hoy mucho el haberme podido grabar. El restaurante está peor de lo que me podría imaginar. El suelo de la cocina es de tierra y el techo de uralita. De una uralita que hay que tirar. Una cocina que no se pude decir que es una cocina. Pero a pesar de todo yo no veo nada imposible. Y no por valiente, sino porque estoy enamorado de verdad
Tanto que, a pesar de lo de la casa de Andalucía, busco la manera y la forma, de empezar las obras. Yo subo y bajo cada día dos o tres veces, pues a pesar de todo, seguimos trabajando sin que se note demasiado, aunque no cabe dudas que se nota el deterioro. Pero ahora ya lo que interesa son las obras del restaurante. Los albañiles, los carpinteros, pintores y muchas otras cosas más aparte de la obra que hay que terminar.
Es la casa de Andalucía, es el restaurante, es una familia, la que hay que cambiar. Todo lo que hasta entonces es de lo más normal, mi hijo está en la universidad, mi hija en el instituto, y mi mujer, que no está enamorada del restaurante como yo. Es lógico y normal que vea las cosas casi imposibles, pero yo sigo enamorado.
Amigo, familia, compañero, enamórate de verdad de lo que quieres antes de que sea tarde.
Sí que es verdad que nunca estuve solo. No creo ser ningún ejemplo, pues otros lo tuvieran más difícil. Puedo decir con orgullo que trabajé mucho y que sigo trabajando, pero siempre la vida me sonrió.
Amigos, amigas de nuestro mochuelo: seamos valientes, seamos sinceros, seamos muy claros con aquello que amamos. Pongámosle cariño a todo aquello que hacemos.
Nuestro mochuelo, Juan.
Comentarios