La vida


La vida exige una constante superación. Los expertos dicen que todas las criaturas que poblamos la tierra estamos equipadas para defendernos.

No trato de convencerte ni de decirte casas bonitas, las que probablemente no salgan de mi vocabulario. Sí que me gustaría decirte cosas que, si tú crees o quieres, puedas colaborar con nuestro Mochuelo, que creo que estará predispuesto a poder escuchar el cómo o de qué manera se pueden expresar los demás. Nuestro lema, un día más, es aprender, enseñar, colaborar con todos aquellos que vivan o sientan nuestra realidad. 

No pretendemos dar lo que no tenemos, lo que no podemos, porque uno de nuestros lemas es que no hay nada imposible. La vida está llena de oportunidades. Solo hace falta quererlas ver. La vida la podemos comparar con un semillero donde hay que sembrar pero que difícilmente sabrás lo que podrás cosechar. Admiro y creo en esos hombres del campo que siembran cada año sin saber si podrán cosechar. Decimos muchos de nosotros que tenemos mala suerte, y, yo me pregunto o digo ¿cuántos de nosotros hemos sembrado para poder cosechar? Vive tu vida, pero siembra algo para luego poder cosechar.

La vida, queramos o no queramos, es lo mejor que nos pudo pasar. No puedo ni me creo ser alguien para poderte explicar los valores, los misterios tan maravillosos de la vida. Sí pienso y creo que solo por el hecho de haber nacido y estar aquí, tenemos y debemos dar gracias a Dios, a la vida, o a quien tú quieras. Pero, estar contento y orgulloso de poder vivir esta vida que nos ha tocado vivir. 

Vive tu vida, busca tu forma y manera de poderla disfrutar. No quieras, no pretendas que la vida sea toda de color de rosa, pero todo lo que tú quieras puede estar esperando que tú te decidas. Dicen que nada tarda tanto como lo que no se empieza. No eches la culpa de todos tus males a los demás, a la lluvia, al frio o al calor. Todo pueden ser circunstancias de la vida a las que nos debemos de acostumbrar y con las que debemos de ser capaces de afrontar la realidad de la vida. 

Y con vuestro permiso un trocito más de mi verdad. 

La casa de Andalucía…. La que nunca imaginamos que saliéramos tan mal. Suerte quizás que unos días antes de la gran tormenta que se avecinaba, sin saber que podría llegar, les habíamos dicho a uno de nuestros proveedores que, si sabía de algo en Martorell o alrededores, que me avisase. No tardó mucho tiempo en ocurrir. Aproximadamente a unos diez kilómetros de Martorell se alquila o se vende un restaurante. 

En aquel momento no se podía ir a ver ya que tiene unos inquilinos dentro, parientes de la dueña del restaurante, que les han dicho a los dueños que se irán y que tienen ganas de irse, pero que les gustaría coger algo de dinero, por lo que aguantan y aguatan, para ver sobre todo si pudiesen sacar algo de sus pretensiones. 

Yo, mientras tanto, clandestinamente voy un día a tomar un café. No me gusta nada de lo que veo, pero me enamoro del sitio y no sé por qué. 

Nosotros seguimos en la casa de Andalucía y un día me visto de valor y voy a ver la dueña. Tenía una carnicería en el pueblo. Me recibió en la trastienda de la tienda con su prioridad, y además con poco tiempo para atenderme. Ella ya sabía que un día vendría a verla pues mi proveedor les había puesto al día de mis intenciones, y para mí el sitio más seguro y fiable para encontrarla, era la tienda. Ella quizás esperaba otra clase de tipo, pues creo que no fui del todo de su agrado, pero sí que hablamos. Lo primero que me dijo es “no está mi marido, pero sí sé que no queremos alquilar, el precio creo que es tanto”. Le digo que para mí es imposible. Pues hable con mi marido - me dice - creo que lo podría pagar en más de un plazo. 

Para mí de cualquier manera una montaña, pero sí que es verdad que yo me había enamorado del restaurante. Una tarde, sin esperar su visita, vinieron a vernos a la Casa de Andalucía, marido y mujer. Marido más noble y mucho más comercial. No hablamos de nada de precio, solo nos invitaron a ver el restaurante de noche y con una linterna, ya que no querían que nos viesen los que acaban de dejar el restaurante a voluntad propia.

A la noche siguiente fuimos toda la familia para hacer la visita tal y como nos dijeron. De noche y con una linterna. Increíble ver tanta basura, tantas cucarachas y tanta suciedad por todas partes. Algo que jamás podríamos imaginar, pero, así y todo, yo seguía enamorado del restaurante, pero no igual mi familia. No deja de ser una verdadera locura el pensar que nos tendríamos que venir al restaurante, lo que no estaba en la cabeza creo de ninguno de ellos, pues Juan está en la universidad y Carmen en instituto en Martorell, y mi mujer veía y palpaba las dificultades de toda la familia. Pero yo sigo enamorado.

Pero nosotros seguimos en la casa de Andalucía, a donde seguimos trabajando y muy sinceramente, con una buena clientela, y con ganas, sobre todo, de hacerlo bien. 

Lo que no sabíamos era que unos señores recién llegados a la junta podrían hacernos tanto daño. No quiero entrar en política ni yo soy político. Solo sé, desde hace mucho tiempo, que las personas que no son buenas trabajadoras difícilmente pueden ser amigas mías. Y mucho menos tocando parte de mi bienestar familiar. 

Si miramos al pasado, con la perspectiva de años, no dudo que las cosas se podrían haber hecho de alguna otra manera. 

Aunque nadie dijese nada, el hecho de parecer que yo me ganaba la vida y, sobre todo, haber comprado un coche nuevo, no agradaba a esta nueva junta. 

Otra cosa muy típica, y que no encontraron por nuestra parte, es que, según normas de ellos, a los señores de la junta de alguna manera se les ha de tener contentos. Han de ser algo más que los demás, cosa muy normal para los cabecillas. 

No quiero terminar este blog con mal sabor de boca. 

Quiero deciros, muy convencido, que no existen los límites y sí existen las limitaciones. Las que mentalmente tú te quieras poner.

Puede ser que no me creas, que no me entiendas, no sé lo que te tendría que dar, pero con todos nuestros fallos y errores, queremos e intentamos ser verdad.


Nuestro mochuelo, un día más intenta aprender, enseñar, y colaborar. 


Un abrazo de nuestro mochuelo. Juan 


Foto de Alena Darmel en Pexels


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