La vida



Qué presumido, qué atrevido por querer contar cosas de la vida como si ya no estuviésemos hartos de escucharlas de muchas formas, maneras y colores. 

¿Pero que sabrás tú de la vida para ponerte a escribir cosas de la vida? Pero… ¿sabes qué? He pensado que yo no puedo escribir como escribió Machado, pero sí que puedo escribir sin ofender y sin meterme con nadie, lo que sencillamente me pueda apetecer.

Al escribir echo mucho de menos a hombres y a mujeres que conozco, o a jóvenes que no se atreven a gastar algo de su tiempo libre escribiendo algo de ellos mismos o sobre sus vidas. Siento pena por muchos de ellos, pena de que se marchen de este mundo sin darse el motivo y la satisfacción de equivocarse escribiendo algo para ellos mismos y mucho más para los demás. Pues escribiendo damos vida a nuestras vidas. 

No sabemos o no tenemos a nadie que nos pueda informar de cuánto tiempo estaremos en esta linda vida. La que nos ha tocado vivir. Pero sí que podemos presumir de cuantas ganas tenemos de vivir. Se que habrá personas a los que la vida no les ha sonreído. Pero sí que, por poco que podamos, muchos de nosotros tenemos que estar muy agradecidos de la vida.

Muchas veces no agradecemos el estar con la familia, el estar con el amigo, el poder ver o sentir. Seamos conscientes de que hay muchas cosas en la vida, que, sin costarnos nada, nos deberían hacer felices. No seamos egoístas ni pesimistas. Desde caminar, ver, sentir, soñar y muchas cosas más que nos cuesta reconocer que la vida nos las da sin más. Aunque cada cual es muy libre de cómo agradecer a la vida, por el solo hecho de vivir ya deberíamos de estar agradecidos.

No intento, ni creo poder ser ejemplo de nada ni para nadie. Pues tengo motivos más que suficientes como para creerme que no soy nada. Pero no siendo nada, me arriesgo a escribirte, porque el escribirte me da libertad, me da fuerzas, alegría y bienestar. Creo que el compartir contigo mis ganas de vivir y de soñar me ayudan.

Tenéis que perdonarme por cómo enfoco mi vida personal. Tiene mucho que mejorar. Pero quiero y deseo que muchos de vosotros, hombres y mujeres, seáis capaces de llegar tan lejos como cada uno de vosotros seáis capaces de soñar, pues la vida, no dudo, os premiará. Sed valientes y sed verdad.

Y, después de todo esto, yo quería contaros un trocito más de mi verdad. Una verdad que ya pasó. Aunque quedaron muchas huellas, pues creo que algún que otro día os había dicho algo de nuestras huellas en la hostelería.

Hoy, ya pasado el tiempo, pienso y creo que jamás trabajé tanto ni hice trabajar tanto a los míos. Pues, para mí, ha sido siempre un reproche el haber hecho trabajar tanto a mi familia. Pues más de un día pensé y sigo pensando que fui un poco duro y a la vez cobarde de no haber sido capaz de estar solo delante de mi negocio. Aunque, pasado el tiempo, sigo pensando que fui cobarde. Pero esa cobardía hoy se mezcla con la satisfacción de tener dos hijos, dos grandes trabajadores y responsables y sabiendo muy bien lo que es el trabajar duro.

Por lo que es mi mujer, aguantó desde el primer día carretas y carretones, sobre todo por la inseguridad de los cocineros. Pues, más de un día y más de dos, gracias a ella pudimos salir del charco. Sin ella no hubiese sido posible. Pues eran muy pocos los meses en el que no había algún acontecimiento con el personal. Entre ellos, tuvimos un maître al que se le puso un coche nuevo pagado por la casa, pues ni por esa fue fiel a nuestro negocio.

Pero, a pesar de todo, yo trabajé mucho en mi restaurante, pues eso solo lo sé yo. Pero creo y pienso que poco le di para lo que él me dio. Yo sigo enamorado a pesar de verlo hoy en manos de quien no sabe apreciarlo. Mi restaurante para mí es un regalo sin abrir.

No puedo negar cuánto me dio el restaurante, y no me refiero al dinero, que también fue rentable, si no más que nada que si no se lucha difícilmente puedes ganar. 

La vida, queramos o no queramos, es constantemente una lucha. Lucha que tú has de enfocar, a ser posible, para ganar, ¿Quién no quiere ganar? Todos, hasta el más pequeño de la casa, queremos ganar, lo que pasa es que cuando nos vamos haciendo más mayores nos intentamos camuflar para que, a ser posible, trabajen los demás, algo que vemos y que aceptamos como muy natural. 


Mientras tanto, nuestro Mochuelo sigue luchando, y sigue volando porque, aunque tú no te lo creas, puede llegar muy alto. 

Un abrazo de él y de vuestro amigo Juan.


Foto de Jonny Lew


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