Somos la generación del silencio
No sé la edad que tienes, ni me importa, porque estoy acostumbrado a que no me cuenten nada. No me digas lo que haces, porque no sé si sabes que, poco a poco, me voy acostumbrado a tu silencio. Yo te cuento y te digo que nuestra generación fue, y sigue siendo, la generación del silencio.
Pues, aunque tú no te lo creas, en nuestra generación todo era malo, quizás por eso solo se hablaba de trabajo. Porque quizás era lo único que no era malo. Todo lo demás era malo y si alguien se atrevía a preguntar algo, la respuesta más común era… eso ya ha pasado. Por eso no me canso de deciros que nuestra generación jamás fuimos informados.
Pero afortunadamente aquí estamos. Pero el silencio para nuestra generación aun no acabado. Puede que no te sorprenda si te digo que soy un poco inculto o un pesado, pero, amigo mío, cuántas veces no te han dicho, ya te dije cómo va el móvil, o como se saca dinero del cajero o, esto o aquello del ordenador, o como es que no aprendes el catalán. La respuesta, la mayoría de las veces, ha sido el silencio. Porque muchas veces ya no te atreves a preguntar. Porque hay una cosa muy verdad, que como tú ya lo sabes, o donde estás, y a dónde vas, tú crees y piensas que todo el mundo lo sabe, y no todo el mundo tiene la misma facilidad de para aprender y para no tener que preguntar una y cien veces a los demás.
Recuerdo que después de jubilado me puse hacer un curso de catalán con las ganas de aprender. Pero no he aprendido el catalán. Podría tener mil razones para decirme que la culpa es mía y de nadie más. Pero, amigo mío, no me voy a disculpar, porque te diré que, a mi edad, ya no le interesa a casi a nadie que yo pueda aprender el catalán. Y, no solo aprender el catalán, sino muchas cosas más. Cosas que están hechas, sobre todo, para los que tienen menos edad, pues a nuestra edad a poca gente le puede importar que yo sepa o no sepa cómo funciona el ordenador, el móvil o el catalán.
Puedo decir que después de jubilarme tuve un profesor al que le gustaba enseñar a los de mi edad. A él se le notaba hasta en el hablar. Se notaba que te quería enseñar. Pero duró poco. No sé por qué, pronto nos dejaron en las manos de los que saben mucho pero que no tienen la humildad ni el talento para enseñar.
Mi intención no es ni muchísimo menos desanimarte para que no quieras llegar a hacerte mayor, sino todo lo contrario. La vida es muy bonita y a pesar de todo merece la pena vivirla. No desprecies la vida por un mal profesor, por algo, o por alguien que te encuentres en tu camino, que no te acepta tal y como eres, o que no piensa como tú. Quiérete mucho, ama tu vida y acéptate tal y como eres, sin despreciar a los demás.
Yo mientras tanto intentaría contarte un poquito más de mi verdad si tú me lo permites, y si no te sabe mal.
Debo decirte un día más, que vivo y siento dentro de mí la hostelería, pero no mucho menos el camión. Y, el campo no tanto, porque dentro de mis posibilidades, sigo practicando y sigo haciendo algo de lo que siento y me gusta. No intento aumentar mi tono de voz para que me creas, si intento decirte como se hace o quizás como lo vivo. Sigo siendo un admirador de los buenos trabajadores sea en cualquier terreno. Y para eso quizás tuve que tener un restaurante.
En él aprendí el abecedario de los buenos trabajadores, pero no por trabajar mucho, que también puede ser, sino porque el buen trabajador disfruta trabajando, sin matarse a trabajar. Da un poco de pena y lástima, ver a personas que se cansan trabajando y que casi siempre echan la culpa a los demás de su mal entender. Pues, a muchos de nosotros, no nos cabe en la cabeza, que la vida es trabajo, penas, alegrías y bienestar. El que tú sin modo alguno has de aprender y saberlo ganar.
En el restaurante pude aprender y comprender que no trabaja más aquel que se cansa más, sino aquel que se sabe organizar y disfrutar de lo que está haciendo. Pero amigo, tienes que querer, y muy a pesar de lo que puedas estar haciendo, te ha de gustar para poder disfrutar. No quiero ni pretendo enseñarte a trabajar, pero imagínate uno que tiene que cantar y no le gusta cantar, ¿y si no le gusta cantar cómo creemos que podrá cantar?
Un día un familiar muy allegado joven me dijo que la palabra trabajar como que le sonaba mal. Sólo le dije que yo no sabía de otra que yo pudiese emplear. Y creo le dije algo más: puedes llamarle como quieras, pero si tú quieres algo, te lo tendrás que ganar. Y eso, en mi tierra, se llama trabajar.
No quiero que pienses que ya lo sé todo, pero sí que creo tener una virtud: que me siento joven y con muchas ganas de aprender. Por eso quizás echo mucho de menos mi poca cultura, y quiero y deseo, para los demás, que no dejen pasar el tiempo sin aprovechar las buenas cosas de la vida. La vida es maravillosa, a pesar de cuanto tengas que luchar. Disfrútala, quiérela, amala.
Nuestro mochuelo nos desea paz y a aprender más. Juan
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