Nuestro verano
Verano de muy buenos recuerdos. Pues no pensaba, ni estaba en mis planes, el hacer estas buenas y agradables vacaciones.
Digo todo esto y no por dar envidia a los demás. Cada cual sabrá disfrutar de poco o mucho que les haya podido tocar, en estos meses de verano. Yo digo unas buenas vacaciones porque sin duda me traen muy buenos recuerdos y me gustaría mucho el no borrar de mi mente, cuantos y cuantos recuerdos me traen estas vacaciones. Y otras muchas sin ser vacaciones.
De principio tengo que agradecer mucho a mis hijos por tan buena iniciativa, y sobre todo a mi hija, pues una vez más no piensa solo en su bien, sino en el bienestar de los demás. “Y de ahí, el recomendar a hijos hijas, a que muchos de vosotros, os deis cuenta que no solo vosotros necesitáis vacaciones” en estas circunstancias adversas. Acordaros de vuestros padres. Pues algunos de ellos saben muy poco de unas vacaciones.
Pero no quiero entristeceros. Siempre se puede pedir más, pero creo tenemos que ser conscientes y razonables con nuestras vacaciones.
Tengo muy buenos recuerdos de todo lo que nosotros podríamos llamar nuestras/mis primeras vacaciones. Creo que fueron en un melonar donde nuestra casa era una choza. Y aclaro un poco de lo que era un melonar. Era un trozo de tierra que te alquilaban, te prestaban o era de tu propiedad, (en este caso creo que fue prestado) para que tu sembraras un melonar, a donde normalmente marchaba toda la familia. Lo que me hace recordar de a dónde vengo y que no me dé vergüenza al recordar, sino todo lo contrario, pues no creo ser ni más ni menos que los demás. Nadie duda de nuestras tecnologías, pero nadie duda que, con eso solo no pueda ser la felicidad. Recuerdo, de los años ya pasados en los que desesperadamente con nuestro seiscientos y cargados con muchas cosas más, ir a ver la familia era motivo de felicidad. Volver al pueblo de vacaciones para ver a la familia y aprovechar para trabajar, en muchas ocasiones.
Después de nuestro melonar vinieron muchos días antes de tener un pequeño cortijo, o gran cortijo, donde fuimos una familia feliz pues el trabajo y la familia eran nuestras vacaciones, hasta que venían las lluvias de otoño las que les llamábamos “lluvia de la sementera” (porque era el momento de sembrar el campo). Nunca pregunté a mis padres cuan felices fuimos en el cortijo, pero sí que lo recuerdo como un antes y un después lo del cortijo, unas vacaciones trabajando. Y luchando entre todos, como algo de lo más natural.
Justo con esto y otras cosas más, estas vacaciones están llenas de recuerdos para mí, como por ejemplo, el melonar, el cortijo, las vacaciones al pueblo cada año, aunque fuese una vez que otra a trabajar, el restaurante, la jubilación, la playa donde estuvimos unos años felizmente con los nietos pequeños y para terminar este año para pasarlo bien y recordar. De cuanto pudimos ser y disfrutar con los demás.
Y si me permitís añadir algo más de mi verdad, la que sin duda me gustaría continuar compartiendo un trocito más. Ya creo os decía en mi blog anterior lo mucho y lo eficaz que fue mi familia, en todo cuanto hicimos en el restaurante sin olvidar que, en verdad, el que estaba enamorado del restaurante era yo y que, sin poderlo remediar, sigo enamorado de verdad. Sin dejar de reconocer una frase que escuché en un teatro, creo que era Cañas y Barro: “Hombre viejo ya no puede con barca nueva”, por mucho que yo me crea.
Recuerdo, al poco tiempo de haber abierto el restaurante, que en la calle de detrás quedaba un espacio, como un patio, que decían que era de la calle. Pero yo veía ese trozo en mi restaurante. Lo cubrimos de una forma limpia, sencilla y se convirtió en un salón. Le pusimos de nombre, Salón Abanico, por un regalo que nos hizo Javier, un sobrino mío. Lo cierto es que abrimos un espacio donde cabían unas veinticinco personas, lo que le dio mucha vida a nuestro restaurante. No había pasado ni un año cuando nos dimos cuenta que nos hacía falta la calefacción y el aire acondicionado, ya que tanto el frio como el calor eran grades enemigos. Gracias a nuestro salón abanico, se aprovecha para renovar toda la red del aire acondicionado, pues la cosa funciona, y sobre todo es muy demandado este salón. Lo que sin duda nos hace crecer un poco más. En el restaurante, como creo en otros muchos negocios, hay mucha diversidad de clientes, pero el restaurante da motivos a opinar más y hasta se atreven algunos a opinar y a aconsejar. Por lo que de todos se aprende, pero el mayor aprendizaje es trabajar y, dentro de lo posible, dar todo lo bueno que tu puedas dar. Y solo tu ejemplo es el que hace callar a los demás.
No puedo negar cuantos clientes buenos nos vinieron a visitar sin que diéramos nada a cambio. Nada más ni nada menos que hacer el bien a ti mismo y el hacerlo a los demás. No podemos pretender que todos nos quieran, pero si creo podemos presumir que tenemos más de un cliente que nos sigue saludando como cuando estábamos en activo en el restaurante. Sí debo reconocer y que no es un día solo el que tú te has de portar bien, tanto si quieres, como si no quieres, los trecientos sesenta y cinco días del año. Pues la satisfacción, después de los años, es el saludo de alguien que te sigue apreciando.
Pero amiga, amigo cliente ya olvidados, pero no olvidados, a todos ellos pensar que, sin vosotros, nosotros no hubiésemos hecho nada, pues creo no importa lo que nosotros te pudiésemos dar sino, yo te diría, lo que tú particularmente nos pudiste dar. Te agradezco enormemente que me presentes, a tu hija, a tu hijo cuando había que ponerle una sillita para que así os pudiesen dejar comer. Son muchos los recuerdos, solo el recordarlo no puedo negar que me emocione. Pues quiera yo o no quiera son los años que más aprendí y probablemente los más positivos de mi vida. Quizás por eso os añoro tanto. Y os necesito.
Pero si me permites te diré que me pasan los días volando, pues sigo entregado en cuerpo y alma al no estar parado. Procuro disfrutar con todo lo que hago a pesar de no ser un experto, pero si procuro no estar parado, pues el hacer me da vida, aunque me cueste creerlo. Pues hay cosas que me cuestan como por ejemplo el ordenador, pero sé que sin el ordenador no seria posible el ponerme en contacto contigo. Gracias por estar ahí.
Querido amigo, amiga del mochuelo, no intento olvidarte y mucho menos engañarte, quiero al ser posible el poder disfrutar por cuanto hacemos por el bien tuyo y el de los demás. Pues no podemos negar que cuando damos, nosotros recibimos, aunque sea muy poquito de cada cual. Por poco que fuese, puede que tú y yo nos podamos beneficiar. No te olvides de ti mismo para que todos los demás te podamos a ayudar.
Espero que muchos años yo desde las vacaciones te pueda felicitar, pero también el poderme entregar en cuerpo y alma para que tú y yo podamos, intentemos colaborar y no solo contigo sino con todo aquel que algo o mucho nos quiera enseñar. Yo te espero en el camino y que nos podamos hablar y juntos quizás puede que tú me cuentes, que yo te pueda contar.
Nuestro mochuelo, un día más con vuestro amigo Juan.
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