Silencio o comunicación



Silencio para dormir, para escuchar o rezar. Si tu silencio dominas, que te haga disfrutar. Si tu silencio es callarte, ojo con el daño que a ti te haces o el que haces a los demás.

Por eso quizás maldigo y además quiero apreciar al silencio que me gusta al que me hace pensar. Pero no cabe duda, que nuestro silencio es muchas veces una gran falta de comunicación con los demás. 

Matrimonios rotos por ese silencio que guardamos a veces sin motivos y sin razón. Comunicación con nuestros familiares, hijos, amigos que dejamos poco a poco por falta de comunicación. 

Amigas y amigos, mientras más recursos tenemos para comunicarnos parece como si más nos costara comunicarnos. Cuántas cartas sin contestar, cuantos guasaps sin dar la más mínima importancia y cuantas preguntas sin contestar… Sabiendo que nuestra comunicación siempre fue algo muy fundamental. 

Nadie duda de cuanto hemos avanzado, pero, quizás nadie duda de que sobre todo en las familias estamos muy faltos de comunicación. Y podemos decir, a voces muy altas, que no creo que sea bueno para nadie. El silencio muchas veces nos hace daño.

Como otras muchas veces, debo deciros que no es mi intención daros lecciones de algo sobre lo que puedo estar equivocado. Sí que tengo la ilusión y las ganas de ponerme en contacto contigo, por lo que tienes mi permiso para llamarme, decirme o hablarme. Nuestra intención, un día más, es aprender, es enseñar, es colaborar contigo y poder llegar tan lejos como seamos capaces de llegar cada cual. No dudes de tu valía, no dudes de tu verdad, sé tú mismo, sé valiente, sé verdad.


Si mal no recuerdo, creo que nos habíamos quedado cerrando definitivamente la casa de Andalucía, la que para mí tuvo mucha importancia y adonde aprendí mucho. Pero, nuestra misión no es lo que hemos hecho sino lo que debemos de hacer. Tenemos que tener mucho cuidado y no caer en lo que me dijo alguien cerca de la familia: “No es tu pasado. Es tu futuro el que te ha de preocupar, y olvida cuanta negatividad te pudo generar el dejar o que te echaran de la casa de Andalucía”.

No podemos ignorar que dejamos detrás un simple bar de tapas donde además dábamos diez o quince comidas a un personal un tanto selecto, lo que fue la envidia de los bares de alrededores y no digamos de los cabecillas de la junta. Pero lo dicho, hay que olvidar y empezar de nuevo y entregarnos en cuerpo y alma a la etapa que tenemos por delante. 

Ahora ya estamos dispuestos a empezar y, a ser posible, con ganas y con ilusión en el restaurante. No nos conoce nadie en la hostelería, ni proveedores, ni ayuntamiento, ni nadie que pudiese avalar, aunque fuese solo nuestra buena voluntad. 

Empezando por el señor alcalde, al que le dije quién era y a quien conocía. Y, me dijo más o menos que él no quería enchufados. Un jarro de agua fría, pero que había que conformase ya que lo decía el señor alcalde. Pues yo era un desconocido, quizás un chofer que había tenido la Casa de Andalucía cinco años y además que había salido a mal con todos los de la junta. O sea, que mi tarjeta de visita era más bien negativa.

Estando todavía de obras el restaurante, un día vino el señor que lo había tenido antes, el cual, lleno de curiosidades y de grandeza, diciéndome cuanto habían trabajado y muy disimuladamente que si yo sabía dónde me metía, pues dentro de tres días abrirán la carretera nueva y por aquí no pasara nadie. 

Recuerdo perfectamente que todo lo que me dijo, negativo o positivo no le creí nada y no digo que algo de lo que me dijo seria verdad, como por ejemplo lo de la carretera, pero yo estaba enamorado. 

Pero, además no me equivoqué de quien era, un charlatán de aquellos que lo saben todo. 

Y mi única pena era el dinero, pues la constructora cobraría poco a poco. La constructora desconfió de mí desde el primer día, quizás con razón. Yo, que no desconfié de ellos, sí que pude comprobar que muy difícilmente se cumplen los presupuestos en la obra. Unas veces por novatos y otras muchas porque creo lo lleva el oficio. Nunca, o casi nunca, acaba siendo lo que se había presupuestado. 

Sí que es muy verdad que tuvimos tres personas que confiaron en nosotros plenamente: el electricista, el fontanero, y el proveedor de la carne. 

La primera semana después de abrir ya nos fallaba la luz, pues no hay potencia suficiente. La luz no puede con la carga, por lo tanto, falta más potencia. Y, hay que traerla desde el trasformador y romper la calle para pasar nuestro cable. A lo que se opuso el vecino. Suerte que ya teníamos los permisos del ayuntamiento, pero además es que el electricista era un profesional. 

El comportamiento del electricista fue inmejorable. No solo con lo que él había hecho, sino que me dijo, ¡has de poner la calefacción! 

¡La calefacción! ¿cómo, y de dónde? 

Al otro día vino con un señor de la misma categoría que él y me dijo: Ya sé de tu situación, pero sí que es verdad que te hace falta la calefacción. Le dije una vez más que yo no podía. A lo que me contestó: hay muchas formas de subir las escaleras y creo que te podemos ayudar. Mi mujer te hará una forma de pago que tú puedas asumir. Solo dos días después ya se estaba poniendo la calefacción. 

El tercero de estas buenas personas fue el carnicero, el que nos dio confianza para pagar y además cumpliendo con su misión. 


Querido amigo, amiga, compañero de la vida que nos ha tocado vivir: no quiero de modo alguno que pienses que todo en mi vida fue negativo sino todo lo contrario. Me considero un tipo al que la vida le ha sonreído gracias al trabajo de toda una familia en la que todos nos hemos ayudado. Una familia que todo lo ha dado en sus posibilidades de trabajo. Si me lo permiten debo deciros que tengo una familia estupenda.

Mientras tanto, quiero verte que caminas, que tienes ganas de andar, muchas ganas de vivir, si puedes, también de soñar y confiar que la vida es trabajo, es constancia, son tus ganas de luchar. 

Yo te espero en el camino, no me puedes defraudar. 


El Mochuelo, tu amigo Juan.


Foto de RODNAE Productions


Comentarios

Entradas populares de este blog

Maldito tabaco

No te ates, no digas que ya no puedes

Ser mejor que ayer