Tengo miedo


Tengo miedo, pero no tengo miedo porque creo que estoy haciendo lo que buenamente puedo y quiero. Porque nadie me obliga a que yo tenga mis miedos. Pero tengo mis miedos. Pero sí que, poco a poco, voy perdiendo todo aquello que se parece a no tener miedo. Porque creo que sé lo que puedo, lo que tengo y quiero. Porque cada día intento aprender que no es malo tener miedo si no el no saber dominar tus propios miedos. 

Amigos y compañeros del mochuelo, no podemos, no queremos y no debemos ocultar el tener miedo, porque todos, más o menos, tenemos nuestros miedos, los que muchas veces no queremos demostrar por miedo a nuestros miedos. Al que, sin darnos cuenta también, le tenemos miedo. Miedo a aquello que desconocemos, a la edad que tenemos, miedo a perder lo que tenemos, miedo a lo que queremos y miedo a no encontrar lo que queremos.

¿Pero cuál es el principal de nuestros miedos? Creo que puede ser el no ser capaz de demostrar, muchas veces, quienes realmente somos. Nuestra cultura o nuestra forma de ser, muchas veces, nos lleva a lo que no tendríamos que hacer, antes de hacer lo que realmente quiero, puedo y además me gustaría hacer. Pero, amigo mío, tenemos miedo de decir la verdad a los demás y a nosotros mismos. Por eso, quizás, sería muy bueno que, de una vez por todas, seamos nosotros mismos. 

Nosotros, mientras tanto, con vuestro permiso, un día más, un año más que nos atrevemos a afrontar con ganas, con ilusión y voluntad de querer llegar hasta donde nos gustaría llegar con nuestro mochuelo.

Y, un trocito más de mi verdad. 

Insisto en recordar a Juan Cubells, todo un señor y un gran trabajador. Al que debo de agradecer el haberme ayudado a perder muchos de mis miedos. 

Nos tocan las vacaciones en septiembre. Como casi cada año, vamos al pueblo. Como de costumbre, a disfrutar de las vacaciones. Pero, más que nada a trabajar como una bestia, pues tenemos que enterrar la manguera. Creo que ya os dije que la había mandado días atrás y que así estuviera allí para cuando yo fuese en vacaciones. 

Hay muchas cosas hechas desde Martorell, pero quedan muchos cabos por atar. Están los permisos de los propietarios por donde teníamos que pasar, permiso para cruzar y romper la carretera, que se pudo conseguir gracias a mi amigo Juan “el Niño de Feliciana”, que había puesto de su parte todo el interés, … Pero todo, absolutamente todo, está sobre mí. Pues es mío el proyecto, mío es el dinero, mío es lo que quiero hacer y mío es el cómo lo quiero hacer. 

Recuerdo que estuve buscando a alguien que nos ayudara y todavía estamos esperando. Hoy, cuando ya han pasado los años, veo la poca ayuda que tuve, y lo que se puede hacer cuando uno quiere. Y, más contando con el apoyo de tu padre y de tu hermano. Un apoyo en el que podía confiar.

¿Por qué y para qué llevar el agua al cortijo? Pues antes que todo, una necesidad. Y, para mí, algo muy importante, y muy difícil de poder explicar. Recuerdo que el día que llegó el agua al cortijo no había dinero para pagar mi alegría. Recuerdo que para comer éramos unos cuantos, entre ellos la mujer de un sobrino mío, la que espontáneamente, y sin ánimo de ofender, dijo que no era para tanto. Creo que le dije que, para mí, era mucho más de lo que ella y alguno más se podrían imaginar. 

Fueron unos días de mucho trabajo y mucho calor, pues recuerdo perfectamente, que me quedé sin camisa, y mi espalda era una tostada. Unos días más tarde, volvemos para Barcelona. Volvemos con dos o tres días de retraso por culpa de la retro, que no pudo venir el día previsto. También debo de decir, que a mi jefe no le supo bien mi retraso ya que había mucha faena y contaban con mi regreso. Destacar que fue un viaje de regreso de los peores que recuerdo por culpa del sueño. Recuerdo que, durante el camino, más de una vez tuve que parar porque el sueño era más fuerte que las ganas que yo tenía de llegar a Martorell.

No miento si digo que fueron unas vacaciones para olvidar, por lo mucho que tuve que dar para no obtener nada a cambio. La mayor satisfacción era el haber conseguido que se pusiera la manguera y que pude ver por un rato el agua en el cortijo. Pues fue, ni más ni menos, un darlo todo sin nada a cambio, pues solo teníamos previsto lo de la retro y permiso de la carretera, pero estaba en el aire los permisos de los propietarios. Fueron unos días dándolo todo. Hoy recuerdo, a pesar de los años, lo que hice y lo poco que lo pude disfrutar. Solo es compensado por la satisfacción de haber hecho algo que para mí era imposible y que con muy poca ayuda se pudo hacer posible.

Fue uno de los peores negocios que jamás pude montar. La instalación del agua sirvió dos o tres años para regar un trozo de tierra en el cortijo. El trozo que a mí me había tocado de parte del cortijo. Pero todo lo demás, con vuestro permiso y para no mentiros me lo guardo para mí mismo. Quiero pensar que podemos ser más o menos familia, compañeros o amigos, pero a ser posible no enemigos. Tampoco idiotas, ni con familia, compañeros o con amigos.

Es verdad que sigo soñando, sigo trabajando y sigo cometiendo errores, los que de alguna manera me ayudan a hacer camino. 

La vida es algo más de cuanto podamos soñar, pensar o crear. La vida es claridad, sinceridad, ganas de hacer, sin fastidiar a los demás. Por eso, hoy el mochuelo es claridad, es formalidad, es trabajar y es, además, alguien que quiere colaborar con los demás. Pero, además, sin perder la fe ni las ganas de querer llegar donde seamos capaces de escalar.

Hoy seré más valiente que ayer. Con menos miedos que ayer. Más optimista que ayer y quiero y pretendo ser más fuerte que ayer. 

Cuando empecé a escribir para todos vosotros, quería que mis miedos fuesen los vuestros y que aprendiéramos todos a perder nuestros miedos. Sé que me falta mucho que aprender, mucho camino que andar, pero no puedo, ni quiero decir que estoy cansado, sino todo lo contrario. Estoy con muchas ganas de luchar porque creo que quiero llegar junto a todos los que quieran colaborar. Me encuentro fuerte, valiente y confío en los demás. 


El mochuelo, vuestro amigo, Juan.


Foto de Katya Wolf en Pexels

Comentarios

Entradas populares de este blog

Maldito tabaco

No te ates, no digas que ya no puedes

Ser mejor que ayer