No lo dejes para mañana
Nuestro mochuelo dice que mañana ya puede ser tarde. No dejes muchas cosas para mañana, pues mañana puede ser ya tarde.
Nos quejamos, sufrimos, nos lamentamos y hasta nos irritamos cuando vamos tarde porque la vida pasa muy deprisa, y muchos de nosotros siempre vamos tarde. No te lamentes, no sufras, pon remedio a tus males. Una y mil veces nos sentimos culpables de no haber llegado, de no haber hecho, de no haber dicho, y al final, un día, cuando menos te lo esperas, te llega algo que te dice, sin saber ni como, que tienes que irte al hospital y tienes que dejarlo todo. Y, entonces te acuerdas de que vas tarde. Que hoy por mucho que corras ya vas tarde.
Amigo, compañero, ponle remedio, para que, hoy por lo menos, no vayas tarde. No culpes al autobús, al niño, al coche. Simple y llanamente es que vas tarde. Y la vida es para que no vayas tarde.
Para no ir tarde, permitidme que os cuente un trocito de mi verdad.
El otro día, creo que nos quedamos en el regreso de mis primeras vacaciones al pueblo.
Llego a Martorell, con la inquietud y los ánimos de encontrar trabajo, pero ante mis dudas, al segundo día de estar en Martorell me fui a Barcelona a renovar mi pasaporte. Si no encontraba trabajo, me iría a Alemania de nuevo. Lo que yo no sabía, es que mi pasaporte, me había caducado veinticuatro horas antes de llegar a la policía.
No podía mentir. Pasó así y así lo tuve que asumir. Pues cuando salí del pueblo, de aquellas mínimas vacaciones, me dije que, de verdad no quería volver al pueblo. Fue la mayor decisión que tomé el día que salí con mi primo, pues no quería sentirme jamás derrotado.
Lo del pasaporte me afectó mucho, ya que yo lo veía como una posible solución si no encontraba trabajo. Me iría a Alemania por libre. Al salir de esas mínimas vacaciones, supe que mi destino era salir del pueblo.
No quería ni podía mentirme. Tengo que trabajar y debo pagar lo que debo. No conozco Barcelona, ni he llevado camiones, pero tengo que comer y pagar. Nadie me exige, yo sigo buscando los camiones. Pero por lo pronto, camiones no hay. Sigo buscando, pero ahora ya, necesito trabajar.
Encuentro, a la salida del pueblo, una serradora donde me ponen junto con otro a hacer un poco de todo. Entre otras cosas retiramos alpacas de virutas, de las que se utilizan para las cajas de frutas. Nuestra misión era sacar las alpacas de la cinta y apilarlas. No sé ni cómo ni de qué manera a los dos días de estar trabajando, trasportando una alpaca, me torcí el cuello. Aguanté el día, pero sabía que me había hecho daño. Por la tarde noche me fui al médico y me dio la baja. Al empresario no le pareció nada bien, pues cuando regresé a los pocos días, según el jefe me dijo: estaba despedido, y que el papel se lo devolviera al médico para… me fui al médico y le expliqué. Me dio un papel y me dijo que me fuera al sindicato de los trabajadores. A los dos días me dieron 500 ptas. por haberme despedido. Un tanto desmoralizado. Todos los que me conocían estaban pendientes de mi evolución, sobre todo una familia de Ronda que se conocían con mi prima y que después fuimos y seguimos siendo como familia. Voy una semana más con el camión de las gaseosas.
Pero yo sigo sin encontrar trabajo.
Un día llega un cliente que conocía al bar de mi prima y me dice que busca un chofer en las “bóbilas” (Tejar o tejería en castellano). La “bóbila” era una empresa donde se hacían tejas de muy buena calidad y toda clase de materiales de la construcción. Con un tal Sr. Bonastre como dueño. Unos de los pesos pesados de Martorell, por aquel entonces. Hoy las “bóbilas”, dicho sea de paso, son casi el centro de Martorell. Entonces era una gran suerte poder trabajar en las “bóbilas”.
Animado por lo que me había dicho, al día siguiente de la noticia, yo voy a pedir faena. Me encuentro con un encargado de los camiones y a la vez el mecánico del taller. Me presenté, y sin dejar su trabajo, me hizo una y mil preguntas.
Después de la entrevista me dice que vuelva a las tres, que haremos una prueba. No podía faltar a la cita. Un Pegaso Comet no muy cargado me esperaba. Me dijo que iríamos a Sant Sadurní d’Anoia, a dos obras. Dejamos lo que llevábamos. A la vuelta me hizo ir por otra carretera distinta. Llegamos al taller. Después de descargar y hacer unos 35 o 40 km él se puso a trabajar en su taller, y yo a esperar a que me dijera algo. Cuando al buen rato no sé lo que yo le dije, si sé que él me dijo: ya tienes trabajo. Mañana a las siete ya está abierto el taller.
El mochuelo de la amistad. Juan
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