Nuestro Mochuelo. Una verdad
Una necesidad que entre todos podemos hacer realidad porque nos gusta aprender y nos gusta enseñar y, además, que todos juntos podamos colaborar.
No es una broma o un capricho, es pura necesidad de cuanto nos dio la vida y nosotros queremos dar. Sé quién tú eres, sé tú mismo, tu pura realidad y ya verás como todos juntos podemos prosperar. No importa que sea al mochuelo, a la familia, o para la sociedad. Debemos ser valientes. Si algo nos dio la vida, algo debemos de dar. No te encierres en tu mundo, en tu orgullo o en tu vanidad. Sé muy noble, sé valiente. Ni nada menos, ni nada más.
Perdona que te exija tanto. No nos podemos mentir y no te puedes engañar. Dime tus fuerzas, tus sueños o a dónde quieres llegar. No te pares, no te mientas. Sé verdad de tu verdad. No tengas miedo al camino ni a cuanto puedas tardar. Busca de verdad lo que quieres o lo que te pueda gustar y puede que hasta la vida te pudiera ayudar.
Mientras tanto, nuestro Mochuelo que no para de volar, quiere contaros un trocito más de su vida real.
En el campo desde los 15 a los 19, 20. Fueron años llenos de felicidad: los curas, la novia, el campo, … pues parecía tenerlo todo. Pero pronto me voy dando cuenta de que quiero más, de que necesito más. La novia llena un espacio, grande, pero por razones, equis y sin saber cuáles, su familia, se opone a que nos veamos. Diez años de novios, una batalla que ganamos a pesar de nuestras contrariedades. Las que quizás me hacen crecer como persona. Solo hay una persona, en la que confío y me ayuda. Unos cuantos años mayor que yo y que había pasado por circunstancias muy parecidas.
Me voy de voluntario, porque a pesar de mi incultura no puedo negar que soy un tanto aventurero. El cura nos propone a los tres primos que si queremos podemos irnos voluntarios a Jerez. Nada menos que a aviación. Pues para mí que creo que era la segunda vez que subía en un coche, yo ya me veía pilotando un avión. Marchamos para Jerez. Yo con 20 años recién cumplidos, con mis dos primos y compañeros. Llegamos a la base en la que estuve solo unas horas pues mi alegría se desvaneció, ya que según ellos yo no daba la talla para entrar en aviación. No puedo negar lo que me dolió el volver a casa, pero quizás no me dolió menos el silencio de mis dos primos. Uno de ellos, muy amigo y con ellos el cura que guardaron un silencio, como si jamás hubiese existido.
Es muy verdad que pronto cicatrizó la herida, pues ya había que pensar que en un año me llamarían para cumplir con el deber de la mili obligatoria. Atrás ya quedaba lo de voluntario y el recuerdo de haber sido invitados, a los tres, ese mismo año, a casa del cura de Jerez a pasar la Semana Santa.
Como puedes comprobar un trocito más de lo ya vivido. Esperemos que nos queden muchos trozos que contar. Mientras tanto, un día más, podamos colaborar para así llegar donde cada cual le gustaría llegar.
El mochuelo. Juan
Foto de Oziel Gómez en Pexels
Comentarios