Nuestro mochuelo quiere volar



Un día más para aprender, para enseñar y para poder colaborar. Un día menos que nos falta para llegar a la normalidad, donde unos y otros nos podamos besar y abrazar. Y, un día menos para que entre todos seamos capaces de aliviar a tantas personas que lo están pasando mal. 

No te niegues lo que eres, no te niegues tu verdad, no te niegues ser tú mismo. Ni nada menos, ni nada más. Procura llenar tu vida de cuanto eres capaz, de las cosas de la vida que te puedan gustar. Date caprichos, placeres y no olvides trabajar. Sé quién eres, sé verdad. Nuestro mochuelo cree en la necesidad, en la curiosidad de no ser una asociación más. Quiere aprender, quiere enseñar y quiere colaborar con hombres y mujeres de cualquier edad que quieran, ser ellas mismas o colaborar con los demás.

Hoy, con el permiso del Mochuelo y de todos vosotros, me gustaría poderme dar a conocer un poco más, para que así, quizás, seamos algo más que unos extraños y seamos algo más como familiar. Pues una vez más confío en la valentía de vosotras y de vosotros, en que me podáis rectificar y orientar si hiciese falta. No estoy seguro si este año al reanudar nuestro blog os comentaría mi edad: 82 años cumplí el día 9 de este mes. No creo que la edad tenga demasiada importancia, pero si quizás por la época en la que nos hemos criado y desarrollado.

Soy del campo, reindustrializado a los 30 años, hijo de padres analfabetos: dos excelentes personas y dos grandes trabajadores. Soy el sexto de diez hermanos. Ocho, hasta hace poco que han muerto los dos mayores, y dos que murieron de pequeños. Fuimos criados con lo que se podía o había. No pasamos hambre y nunca faltó un trozo de tela para cubrirnos. No hubo estudios y sí trabajo para todo aquel que podía hacer algo. Sin importar la edad. No me quejo ni maldigo el trabajo y mucho menos a los que me enseñaron a trabajar. El trabajo bien llevado, es vida.

Lo que no entiendo todavía es la maldita época del silencio. Una época donde todo era malo, todo era pecado y el soñar era de locos. Y lo que más duele es que todavía quedan muchos residuos de ese letargo. Fue mucho el silencio que aprendimos. Al menos en lo que yo he vivido. Un silencio sin posibilidades de aprender, ni de querer ni de soñar. No entiendo todavía como hay personas con la incapacidad tan aprendida de no hacer porque nos pueden ver los demás o de no soñar porque está mal visto. Pues todas esas reglas son las que, de algún modo u otro, nosotros, todos, tenemos que olvidar. Siéntete libre, aunque no lo seas, siente fuerte, aunque te duela. 

Hombres y mujeres, chicos y chicas, no olvidaros de que podéis hablar, que podéis preguntar, que podemos caminar libremente sin que nadie se tenga que tapar. Disfruta de cuánto haces, de cuánto la vida te ha dado, de cuánto te pueda dar. Sé tú mismo. Ni nada menos, ni nada más. Sé muy claro y sé verdad. 

El mochuelo. 

Juan 


Foto de Wendy Wei en Pexels


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