Tenemos que ser valientes
Perdón, no quiero que nadie se ofenda pues sé y me consta que hay personas muy valiosas dentro de cualquier familia o de nuestra sociedad, pero no por eso hay que dejar de reconocer que a muchos de nosotros nos falta energía y buena voluntad.
Por qué esto de valiente. Digo valiente como podría decir alguna otra barbaridad, pero pienso y creo, que no todos somos valientes para enfrentarnos a la vida con ganas y coraje.
Somos muchos los hombres y mujeres, que nacimos para ser águila, pero por circunstancias de la vida nos conformamos con ser gallinas, porque muchos de nosotros encontramos en nuestro caminar baches y razones para no volar. Pero, otras muchas veces, es que no fuimos capaces de volar porque casi siempre hay un alguien que nos impide nuestra locura para intentarlo.
Es algo que suele pasar frecuentemente en los matrimonios y en cualquier lugar de la sociedad. Cuántos jóvenes y no tan jóvenes no tienen la voluntad de probar una y otra vez para demostrarse a sí mismo y demostrar a los demás que son capaces de luchar por nuestra libertad de hacer y pensar. Lloramos con toda la razón del mundo, pero quizás muchas veces tendríamos que probar una y otra vez y ser capaces de sacar agua del desierto.
Escucho y oigo alguna que otra vez quitando importancia a nuestra pereza e intentando echar la culpa a los demás de cuanto nos pueda pasar, cuando tú sabes que si tienes más de dieciocho años y menos de 70 no te deberías de quejar al menos que tengas algo o alguien que te lo pueda estorbar.
Mi querido amigo, amiga sabéis que no soy un experto. Me falta mucho que aprender, muchos caminos que andar, muchas cosas para hacer, pero no me engañes. Yo no te quiero engañar, me gustaría verte muy alto porque ya sabes volar. Y no te quejes ni me llores, la vida lo tiene todo. Tú te lo debes de ganar. Sé aquello que te gustaría ser. No dudes de cuanto eres, y sobre todo sé verdad.
Y si me lo permites, paso a contar un trocito más de mi verdad, y he pensado que os podría contar quizás las veces que tuve miedo. Mi primer miedo creo que fue cuando yo creo tendría, no mucho más diez u once años. Estando cuidando cochinos, cerdos, bajo la vigilancia de mi padre y mi hermano mayor, quienes sabían por donde yo me movía. Era el mes de mayo cuando ya se había terminado la feria de Olvera y pasaban el ganado para la feria de Ronda. No te miento si te digo que pasaban bastante más de un par de centenares de animales.
En uno de esos grupos, una gitana y un gitano iban a robar habas muy cerca de a donde yo pastaba. No sé qué me dijeron. Lo cierto es que yo salí corriendo y gritando como un loco porque creí que venían a por mí, mi padre que no estaría muy lejos salió en mi defensa, no sé lo que les diría, sí sé que se enfadó mucho y los gitanos decían que yo me había asustado.
También recuerdo perfectamente cuando iba a pescar al rio. Pude comprobar que era muy diferente cuando venían algunas de mis hermanas conmigo para recoger los peces, o el hecho de estar solo en el rio, pues delante de mis hermanas me sentía protegido y más valiente.
No puedo presumir de mi valentía. Tampoco puedo quejarme. Siempre me gustó más el ir acompañado que solo, y además he podido comprobar que necesito a los demás. He aprendido que siempre que necesité a alguien que se quedara en la orilla vigilándome, se quedó. No puedo negar cuánto necesito de los demás. Soy defensor de que cada cual sea libre para ir por la vida, pero no puedo negar cuanta falta hacen los demás. Yo no creo ser un lobo solitario. Necesito y quiero a los demás como el que más, pero no puedo negar que creo haber sido más de lo que creí ser capaz. Por eso, quizás hoy, estoy aquí entre todos vosotros dispuesto a volar tan alto como sea capaz. Y, si alguno de vosotros creéis que nos podéis acompañar nuestro Mochuelo estará encantado.
Un abrazo de nuestro Mochuelo, vuestro amigo Juan.
Comentarios