Un día más
No importa dónde vas, ni a dónde quieres llegar. Sí que me importan tus sueños, los sueños que te hacen volar. Sé consciente de tu vida, de tu pura realidad y puede que muchos de tus sueños los hagas realidad.
Puedes
creerte que miento, y puede ser que no sea verdad lo que escribo o lo que firmo,
pero yo lo escribo creyendo que son verdad. Deseo verte en la lucha y verte caminar.
Quiero verte en la brega y que no te importe tu edad para enfrentarte a la vida
con entusiasmo. Con entusiasmo de verdad y que no te niegues a tu mundo ni a tu
pura realidad. Sé tú mismo, sé valiente y sé verdad. Y seguro que la vida una mano…
No quiero entretener
y mucho menos estorbar. Sí que quisiese contarte un trozo de mi verdad.
Alemania.
Estuve un año en Núremberg, en la M.A.N., donde, sinceramente, no estuve mal. Un
año en una cizalla, cortando chapas como ayudante de un italiano, un poco guaperas,
y sin cruzar palabras, solo las puramente necesarias. A veces también de
ayudante de un alemán. El alemán no creía que yo tuviese un carnet de conducir
de primera, ni que hubiese grandes casas en mi pueblo. Pues él no creía que, en
mi pueblo, en verano, estuviésemos a cuarenta grados. Lo mismo que yo no creía que,
en noviembre, ellos estuviesen con dieciséis o diecisiete grados bajo cero, y
que tanto pequeños como grandes pasearan por las calles de forma natural.
Digo que no
estuve mal, pero tampoco estuve bien. Porque estaba muy limitado y condenado a
hacer cada día un trabajo igual o similar. A los tres o cuatro meses le dije al
interprete, por cierto, catalán, que quería hablar con el jefe de sección para
pedirle si me podría trasladar a otro puesto donde algo pudiera aprender. La
respuesta rotunda fue no y que si quería reclamar que le reclamara a Franco que
es quien me había mandado. Al menos eso fue lo que me tradujo el intérprete
delante de él.
Y creo que ese
mismo día decidí cumplir con mi contrato por si después me interesaba volver ya
por libre. Me sentó muy mal la respuesta, pero no había otra. Nosotros, los
andaluces, en Alemania, éramos los últimos. Trabajadores sin oficio ni
beneficio. Fuera parte de unas promociones que se hicieron como torneros y fresadores,
la mayoría, éramos mano de obra barata.
Pero no por
eso, no tengo mis agradecimientos a Alemania. Lo primero y principal, es que yo
tenía unas ganas locas de probar suerte, pero no sabía ni donde ni lo que
quería. Más que nada, yo quería ver mundo. Es algo de lo que jamás me arrepiento.
Siempre dije que, si yo en Alemania hubiese encontrado un sitio adecuado, quizás
yo hoy estoy todavía en Alemania. Ya que, más que dinero, buscaba bienestar. Sobre todo
laboral. Mis sueños eran aprender algo que me hiciese crecer como persona. Por
lo tanto, lo primero que salió, después de la mili, Alemania, una más, de las
posibilidades de emigrar. Breve reconocimiento en Cádiz y a esperar que te
llamaran. Salimos tres del pueblo. Dos a la M.A.N y el otro a un pueblo fuera
de Núremberg.
Para mí,
salir del pueblo, fue cumplir un sueño. Pues yo había escuchado historias de
muchos de los que habían marchado, y yo quería ser uno de ellos, aunque sin
pena ni gloria. Para mí ya era importante el haber ido a Alemania. Pues yo quería
ver mundo. Gané muy poco dinero, pero más que nada yo ya había cumplido un
sueño. Sí que es verdad que me di algún capricho como fue la posibilidad de comprarme
una gabardina que hacía falta para vestir y cubrir el frio, un jersey de lana, que
aún conservo y del que me enamoré, una cámara de fotos de segunda mano y una máquina
portátil de escribir, la que también aún conservo, pero, a la que no le he
sacado cuanto yo creía. Pero, con esas pequeñas cosas y salir del pueblo, casi
me daba por satisfecho.
Fui feliz al
atravesar los Pirineos en tren, pues recuerdo que mientras los demás dormían,
yo disfrutaba del paisaje. Como también fui feliz cuando, al poco tiempo de estar
en Núremberg, fui solo a JENSES, a una reunión de la acción católica donde pude
ver un río muy grande y una autopista. Nunca había visto nada igual. Hoy, por
suerte, esas autopistas las tenemos aquí.
Amigo mío de
cualquier lugar, no te mientas, no me mientas, no te puedes engañar, sé que es muy
dura la vida y nadie lo puede dudar, quisiese darte una mano, pero tú te debes
de prestar. No te quejes, no me llores, la vida es un camino que tenemos que
andar. Sé tú mismo, sé quién eres y sé verdad.
Yo te espero
en el camino. No me importe tu edad. Tenemos muchas cosas para hacer y muchos
caminos que andar.
El mochuelo, Juan.
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